Una vez más contamos con la voz de Carmen, que nos habla de una magnífica película de Woody Allen. La vimos ayer en la Filmoteca de Valencia.
Otra mujer. El rostro en la pared. Por Carmen.
Anoche en la Filmoteca se proyectó "Otra mujer", una de mis películas favoritas de Woody Allen.
Otra mujer. El rostro en la pared. Por Carmen.
Anoche en la Filmoteca se proyectó "Otra mujer", una de mis películas favoritas de Woody Allen.
Gena Rowlands borda el papel de profesora de filosofía de mediana edad en plena crisis existencial. De forma magistral, la película muestra a la profesora aislada, por voluntad propia, con el propósito de concentrarse para escribir un libro. Lo que comienza siendo un proyecto de libro acaba siendo el pretexto para descubrimiento de sí misma.
Desde el título, Allen juega al equívoco: pensamos que nos va a hablar de "otra mujer" pero en realidad nos habla de "la otra" que hay en ella.
De forma progresiva van cayendo las certezas en que vive instalada y comprende que ha de afrontar la realidad de su vida. "La otra" se le aparece súbitamente en el espejo, con la peculiaridad de que el espejo es una pared. El brillante guión convierte la pared de la vivienda en el espejo lúcido de su personalidad. En primer plano, su rostro, con la pared de fondo nos va contando quién es ella en realidad, al tiempo que está siendo interpelada por la voz -¿de otra?-.
Ella es la clase de persona que evita las conversaciones personales porque "no suelen traer nada bueno" y se desenvuelve con soltura en el mundo académico, atrincherada en el reino de "lo intelectual" para evitar el incordio de la realidad cotidiana, siempre dispuesta a poner en jaque las más firmes convicciones.
Como le pasaba a Rimbaud, Gena descubre que ella es otra. Y ese descubrimiento viene de la mano del reconocimiento activo de la existencia de los otros, a quienes por vez primera comienza a respetar como personas, bajando de su atalaya intelectual.
Su vestuario, de aire masculino, sería una continuación del de Diane Keaton en Manhattan. Se hace una lectura irónica de cierto feminismo que, lejos de liberar, esclaviza de otro modo.
Hace algún tiempo John Irving escribió un
relato llamado
"The door in the floor" ("La puerta en el suelo") que
formaba parte de su novela "Una mujer difícil". En este caso, la película bien podría
llamarse "la ventana de la pared" pues consigue que en una pared
vacía veamos el convulso paisaje del alma.
Allen convierte una pared en una ventana y la voz de otros en la propia voz, de forma que el resto de personajes funciona como un eco de sí misma. Y por último, transforma las palabras de una novela en el duro diagnóstico de su alma enferma.
Un sentido homenaje a Ingmar Bergman que nos recuerda a esa actriz de "Persona" que se ha quedado muda y que nos habla a través de otros. El rostro mudo de Rowlands es el lienzo donde los demás pintan su retrato.