Después de dos intentos en los que las colas que había en el cine me quitaron las ganas de entrar, ayer fui a ver AVATAR 3D.
En primer lugar, para los más despistados, el 3 y la D significan que te cobran unos dos euros más (pagué 9 euros por ver la película) y te dan unas gafas para no ver borroso o doble, eso sí, no son las que me esperaba de papel, sino bastante más consistentes como se ve en la foto.
Aunque tengo que admitir que una vez me aparté por un movimiento reflejo (no recuerdo qué es lo que me iba a sacudir) fue sólo una vez, la película no está pensada para el 3D y en una pantalla grande de cine, el 2D es suficientemente espectacular. De hecho, antes de empezar la película presentan unos trailers de películas en 3D en las que realmente se ve este efecto, mucho más definido en películas concebidas para las tres dimensiones.
Vayamos con la película. La base que utiliza es la misma que se ha empleado en gran cantidad de películas: una materia prima muy valiosa en un planeta lejano (no recuerdo ahora el absurdo nombre que le han puesto al mineral) y un yacimiento que está justo debajo del poblado principal de los habitantes del planeta.
Hay que convencerles de que se marchen a otro sitio, como los indios de norteamérica en su época que estaban en reservas. De hecho, los habitantes de Pandora (que así se llama el mundo donde viven) gritan en la película como si fueran indios. Además en una de las escenas cargan como los indios, con flechas contra una versión moderna de los soldados de Custer y su Séptimo de Caballería.
Para convencerles de que se marchen, utilizan un clon del protagonista que se mete en una máquina, se duerme y puede controlar a su otro yo, creado por ingeniería genética a partir de su ADN y que tiene la forma de los indígenas, al más puro estilo matrix, (aunque en este caso es algo más real que en matrix, luego me explico).
Tanto el mineral de vital importancia, como la necesidad de usar máscaras por parte de los humanos y finalmente el ambiente del pueblo de Pandora "beben" de la atmósfera creada por Frank Herbert en Dune, un conjunto de novelas centradas en Arrakis, un planeta peculiar con su especia, mineral de gran importancia, planeta a su vez muy seco, que obligaba a llevar un tipo especial de máscaras (hace años que leí la historia).
En definitiva, el argumento no es demasiado original, los malos quieren el mineral a toda costa, hay un grupo de científicos que defienden a los indígenas y la preservación de su mundo; el protagonista, primero aliado del malo y después convertido a la causa justa del pueblo. Entre los científicos cabe destacar a Sigourney Weaver, la primera vez que vi a esta actriz fue en otra película de James Cameron, Alien, el octavo pasajero, una obra maestra del cine de ciencia ficción (y del cine en general).
Por otra parte, hay que admitir que los temas que trata la película siempre son actuales y tienen gran valor educativo, la amistad, la lealtad, la naturaleza, la ecología, la defensa de valores básicos, nunca está de más incidir sobre ellos, sobre todo al público más joven al que pienso va destinada la película.
Miré un par de veces el reloj, se me hizo un poco larga (cerca de 3 horas) y las escenas, aunque espectaculares, no alcanzan (quizás tampoco lo pretendan) la épica de, por ejemplo, El Señor de los Anillos. Claro que esta última no era norteamericana.
Como dije antes, la analogía con matrix es exagerada, aunque en este caso hay una variación, el clon que interactúa con los habitantes de Pandora no es un conjunto de bits, sino real, de carne y hueso, de forma que el cambio final es más verosímil, si se puede utilizar esta palabra.
Por lo demás, no hay complicaciones argumentales, es muy previsible. Por ejemplo, en un punto de la película se dice que hace mucho tiempo que nadie es capaz de montar a un bicho volador muy grande y fiero y ya sabes automáticamente que el protagonista, unas escenas más tarde, lo hará. Eso sí, resultan poco creíbles las islas flotantes en un mundo dominado por la gravedad.
La película es bastante floja porque no aporta nada nuevo, pero es espectacular y una vez más se nota el efecto del gigantesco lanzamiento publicitario. Me parece excesivo que, como leí en algún sitio que ahora no recuerdo, el director contratara a un lingüista para crear un nuevo idioma. Un nuevo idioma para una historia repetida hasta la saciedad.
Y acabo de leer que será una trilogía. Que me esperen sentados en el cine, aunque añado, para no ser tan negativo, que esta primera no ha estado mal para pasar el rato.
Edición (12/3/2010): un anónimo amigo me corrige, Alien el octavo pasajero, en efecto, es de Ridley Scott, por supuesto no deja de ser una obra maestra.
En primer lugar, para los más despistados, el 3 y la D significan que te cobran unos dos euros más (pagué 9 euros por ver la película) y te dan unas gafas para no ver borroso o doble, eso sí, no son las que me esperaba de papel, sino bastante más consistentes como se ve en la foto.
Aunque tengo que admitir que una vez me aparté por un movimiento reflejo (no recuerdo qué es lo que me iba a sacudir) fue sólo una vez, la película no está pensada para el 3D y en una pantalla grande de cine, el 2D es suficientemente espectacular. De hecho, antes de empezar la película presentan unos trailers de películas en 3D en las que realmente se ve este efecto, mucho más definido en películas concebidas para las tres dimensiones.
Vayamos con la película. La base que utiliza es la misma que se ha empleado en gran cantidad de películas: una materia prima muy valiosa en un planeta lejano (no recuerdo ahora el absurdo nombre que le han puesto al mineral) y un yacimiento que está justo debajo del poblado principal de los habitantes del planeta.
Hay que convencerles de que se marchen a otro sitio, como los indios de norteamérica en su época que estaban en reservas. De hecho, los habitantes de Pandora (que así se llama el mundo donde viven) gritan en la película como si fueran indios. Además en una de las escenas cargan como los indios, con flechas contra una versión moderna de los soldados de Custer y su Séptimo de Caballería.
Para convencerles de que se marchen, utilizan un clon del protagonista que se mete en una máquina, se duerme y puede controlar a su otro yo, creado por ingeniería genética a partir de su ADN y que tiene la forma de los indígenas, al más puro estilo matrix, (aunque en este caso es algo más real que en matrix, luego me explico).
Tanto el mineral de vital importancia, como la necesidad de usar máscaras por parte de los humanos y finalmente el ambiente del pueblo de Pandora "beben" de la atmósfera creada por Frank Herbert en Dune, un conjunto de novelas centradas en Arrakis, un planeta peculiar con su especia, mineral de gran importancia, planeta a su vez muy seco, que obligaba a llevar un tipo especial de máscaras (hace años que leí la historia).
En definitiva, el argumento no es demasiado original, los malos quieren el mineral a toda costa, hay un grupo de científicos que defienden a los indígenas y la preservación de su mundo; el protagonista, primero aliado del malo y después convertido a la causa justa del pueblo. Entre los científicos cabe destacar a Sigourney Weaver, la primera vez que vi a esta actriz fue en otra película de James Cameron, Alien, el octavo pasajero, una obra maestra del cine de ciencia ficción (y del cine en general).
Por otra parte, hay que admitir que los temas que trata la película siempre son actuales y tienen gran valor educativo, la amistad, la lealtad, la naturaleza, la ecología, la defensa de valores básicos, nunca está de más incidir sobre ellos, sobre todo al público más joven al que pienso va destinada la película.
Miré un par de veces el reloj, se me hizo un poco larga (cerca de 3 horas) y las escenas, aunque espectaculares, no alcanzan (quizás tampoco lo pretendan) la épica de, por ejemplo, El Señor de los Anillos. Claro que esta última no era norteamericana.
Como dije antes, la analogía con matrix es exagerada, aunque en este caso hay una variación, el clon que interactúa con los habitantes de Pandora no es un conjunto de bits, sino real, de carne y hueso, de forma que el cambio final es más verosímil, si se puede utilizar esta palabra.
Por lo demás, no hay complicaciones argumentales, es muy previsible. Por ejemplo, en un punto de la película se dice que hace mucho tiempo que nadie es capaz de montar a un bicho volador muy grande y fiero y ya sabes automáticamente que el protagonista, unas escenas más tarde, lo hará. Eso sí, resultan poco creíbles las islas flotantes en un mundo dominado por la gravedad.
La película es bastante floja porque no aporta nada nuevo, pero es espectacular y una vez más se nota el efecto del gigantesco lanzamiento publicitario. Me parece excesivo que, como leí en algún sitio que ahora no recuerdo, el director contratara a un lingüista para crear un nuevo idioma. Un nuevo idioma para una historia repetida hasta la saciedad.
Y acabo de leer que será una trilogía. Que me esperen sentados en el cine, aunque añado, para no ser tan negativo, que esta primera no ha estado mal para pasar el rato.
Edición (12/3/2010): un anónimo amigo me corrige, Alien el octavo pasajero, en efecto, es de Ridley Scott, por supuesto no deja de ser una obra maestra.