Una visión personal de la película Paterson, nueva colaboración de Carmen en este blog. Espero que os guste tanto como a mi.
No tenemos tiempo de pararnos a contemplar. El poeta vagabundo. (Aha) (foto Schnipidy, pixabay) |
Paterson: el arte es largo, por Carmen
Da mucha pereza inaugurar un nuevo año. Con ese aluvión de buenos deseos y frenesí de felicitaciones da un poco de vértigo asomarse. Todos queremos que traiga algo nuevo y, a la vez, esperamos retener lo bueno que hemos conseguido.
Entonces, al plantearme escribir sobre una pelicula para comenzar mi año virtual, elijo sin duda “Paterson” de Jim Jarmusch.
Paterson sucede en nuestros días, en New Jersey. Y a la vez muestra que otra vida es posible, aquí, en este mismo escenario.
Porque en este entorno hipertecnificado hay gente que vive a su modo, dando la espalda a esa “realidad” tecnológica que creemos insoslayable.
Paterson es un hombre sencillo que prescinde de smartphones y de ordenadores. Que pasa de Google, de Facebook y de Twitter.
Y digo yo: ¿Se puede ser más revolucionario?
Mientras el resto vivimos estabulados, frente a nuestra pantallita, él decide ir por la vida sin pantallas de por medio. Así, percibe la realidad de primera mano, recién llegada, sin intermediarios. Así, accede a la belleza de las cosas sin subrayados previos. Él decide lo que subraya, él es dueño de su vida, porque ha decidido poseer una vida pequeña, tamaño “persona”.
A menudo pienso que esta avalancha digital de datos e imágenes produce, sobre todo, bloqueo. Bloquea nuestra inteligencia y, lo que es más grave, nuestra sensibilidad.
Tratamos de ser dioses multicanal y sólo somos personas confusas, abrumadas por el bombardeo constante de datos (¿elegidos?) que, si bien uno a uno nos enriquecen, en masa nos entontecen y envilecen.
Dudo que el ruido y la furia de esta vida saturada propicie la poesía. Resulta por el contrario, muy prosaica e impide que accedamos a la pequeña belleza de las cosas.
Por eso Paterson es un gran filósofo que practica a la perfección el “mindfulness”, es decir, mientras conduce el autobús, sólo hace esto: conduce y está atento a la conducción y a los pasajeros, con sus preocupaciones diarias y chascarrillos.
En su tiempo libre pasea a su perro y toma una cerveza en un bar. Y hace exclusivamente eso. No se hace selfies, no mira el estado de sus contactos, no mira compulsivamente una pantalla de tamaño variable. Se ríe del “demonio de neón”. Es una buena lección de filosofía que no nos enseña nada que no sepamos o que no deberíamos saber a estas alturas. Por eso este año me propongo ser un poco Paterson. Ya os contaré...
Cuando pierde sus cuadernos de poesía, largamente custodiados, verdaderos tesoros de su intimidad, se sobrepone a la tristeza sin aspavientos. Y continúa haciendo lo que mejor sabe: vivir. Que la poesía ya irá llegando... Como dicen aquellos versos de Machado:
Da mucha pereza inaugurar un nuevo año. Con ese aluvión de buenos deseos y frenesí de felicitaciones da un poco de vértigo asomarse. Todos queremos que traiga algo nuevo y, a la vez, esperamos retener lo bueno que hemos conseguido.
Entonces, al plantearme escribir sobre una pelicula para comenzar mi año virtual, elijo sin duda “Paterson” de Jim Jarmusch.
Paterson sucede en nuestros días, en New Jersey. Y a la vez muestra que otra vida es posible, aquí, en este mismo escenario.
Porque en este entorno hipertecnificado hay gente que vive a su modo, dando la espalda a esa “realidad” tecnológica que creemos insoslayable.
Paterson es un hombre sencillo que prescinde de smartphones y de ordenadores. Que pasa de Google, de Facebook y de Twitter.
Y digo yo: ¿Se puede ser más revolucionario?
Mientras el resto vivimos estabulados, frente a nuestra pantallita, él decide ir por la vida sin pantallas de por medio. Así, percibe la realidad de primera mano, recién llegada, sin intermediarios. Así, accede a la belleza de las cosas sin subrayados previos. Él decide lo que subraya, él es dueño de su vida, porque ha decidido poseer una vida pequeña, tamaño “persona”.
A menudo pienso que esta avalancha digital de datos e imágenes produce, sobre todo, bloqueo. Bloquea nuestra inteligencia y, lo que es más grave, nuestra sensibilidad.
Tratamos de ser dioses multicanal y sólo somos personas confusas, abrumadas por el bombardeo constante de datos (¿elegidos?) que, si bien uno a uno nos enriquecen, en masa nos entontecen y envilecen.
Dudo que el ruido y la furia de esta vida saturada propicie la poesía. Resulta por el contrario, muy prosaica e impide que accedamos a la pequeña belleza de las cosas.
Por eso Paterson es un gran filósofo que practica a la perfección el “mindfulness”, es decir, mientras conduce el autobús, sólo hace esto: conduce y está atento a la conducción y a los pasajeros, con sus preocupaciones diarias y chascarrillos.
En su tiempo libre pasea a su perro y toma una cerveza en un bar. Y hace exclusivamente eso. No se hace selfies, no mira el estado de sus contactos, no mira compulsivamente una pantalla de tamaño variable. Se ríe del “demonio de neón”. Es una buena lección de filosofía que no nos enseña nada que no sepamos o que no deberíamos saber a estas alturas. Por eso este año me propongo ser un poco Paterson. Ya os contaré...
Cuando pierde sus cuadernos de poesía, largamente custodiados, verdaderos tesoros de su intimidad, se sobrepone a la tristeza sin aspavientos. Y continúa haciendo lo que mejor sabe: vivir. Que la poesía ya irá llegando... Como dicen aquellos versos de Machado:
Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
-así en la costa un barco- sin que el partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.